miércoles, septiembre 06, 2006

Prudentemente no vendí la piel del oso...

Weno, pues ya terminó la trifulca en la lista de la AEFCFT.

Por un momento pensé que Santa Joana de Pol llegaría a admitir que la Hispacon no podía ser como a ella le diese la gana, pero no. Cuando por fin estaba donde yo quería ("¡Pues ahora no la hacemos, hala!, ¡haremos lo que queramos, pasamos de vosotros y de vuestra Hispacon!"), empezaron las bajadas de pantalones. Entre la blandenguería de algunos y las pequeñas concesiones de la organización aspirante (aspirante, repito y subrayo), se evitó que la sangre llegara al río. Al final, seguimos igual que antes.

Momento emético de la jornada: Santa Joana sacando la cartera para enseñarle al "presi" las fotos de sus criaturas.

De momento, ya digo, Santa Joana de Pol y sus huestes no se han retirado y siguen con la idea de hacer la Hispacon a su manera y sin contar con nadie más que ellos mismos. De nada han servido los mandobles de Ser Rafael Marín (¡mi héroe!), que empezó ofreciendo la mano para ayudar y terminó levantándola para cubrirse y contraatacar, ante la agresión histérica de la bruta confesa, Santa Joana de Pol, interpretando las críticas constructivas de Ser Rafael a la manera de siempre: todo lo que no sea decir amén a sus deseos se convierte por arte de magia y fantasía (en el sentido estricto de la palabra) en insidiosos ataques de gente envidiosa que la odia y la quiere hundir porque no soportan el brillo y la majestad de los elegidos para la gloria, como Santa Joana de Pol.

Al menos, gente relevante del fandom ha podido comprobar directamente cómo se las gasta nuestra guerrera con los que se atreven a disentir de sus tonterías y con qué talante se presenta ante quienes han de decidir, con sus votos, si su proyecto de Hispacon conviene a los intereses de estos y del fandom en general, con los fines estatutarios en la cabeza y, en el corazón, la ilusión de encontrarse con amigos y colegas en un entorno grato a sus gustos e intereses intelectuales. Una ilusión que, me temo, empezará a resquebrajarse y saltará en pedazos en cuanto pongan los pies en la Dijous Bo... perdón, la Hispacon d'Inca, si hacen caso a los cantos de sirena de Santa Joana Pol y se dejan convencer para dar su beneplácito a la colección de disparates que ella y su equipo tienen preparada.